Objetivos de la lección
Al finalizar esta lección, el estudiante debe poder hacer lo siguiente:
(1) Entender y responder a la esterilidad desde una perspectiva bíblica.
(2) Estimar a cada persona como portadora de la imagen de Dios.
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Al finalizar esta lección, el estudiante debe poder hacer lo siguiente:
(1) Entender y responder a la esterilidad desde una perspectiva bíblica.
(2) Estimar a cada persona como portadora de la imagen de Dios.
Busaba nació en un país asiático. Estaba muy contenta cuando se casó con un joven empresario, y ambos esperaban tener una vida feliz juntos. Pasaron varios años y Busaba no había tenido hijos. Un doctor les dijo que Busaba no podría quedar embarazada. Su esposo se sintió muy triste y enfadado. Finalmente, tomó la decisión de divorciarse de ella y casarse con otra. Busaba es ahora una mujer anciana, vive sola en una pequeña casa y no tiene parientes que se ocupen de ella. Puesto que es budista, espera que algún día, en una vida futura, pueda tener hijos y su deshonra llegue a su fin.
► Si fueras pastor en la comunidad de Busaba, ¿qué le dirías? ¿Cuál es el mensaje del cristianismo para ella?
En esta lección, estudiaremos el asunto de la infertilidad desde una perspectiva bíblica.
Poco después de que Dios creara al primer hombre y a la primera mujer, les dijo que tuvieran hijos, multiplicaran la población humana y llenaran la tierra (Génesis 1:28).
En el Antiguo Testamento, Dios prometió bendecir no solo a un individuo, sino a varias generaciones de una familia. Por ejemplo, Dios prometió bendiciones a Abraham que no le llegarían a él personalmente, sino a las generaciones posteriores. Dios le prometió que su descendencia sería como la arena del mar en cantidad. Isaac, el hijo de Abraham, fue concebido de forma milagrosa. Luego, a medida que la familia se multiplicaba de generación en generación, la cifra cada vez mayor demostraba que el Señor estaba cumpliendo su promesa.
En Éxodo 23:25-27, Dios le dijo a Israel que los bendeciría a medida que entraran en su nuevo territorio. Dios les prometió que bendeciría sus alimentos, quitaría las enfermedades, no permitiría la esterilidad ni los abortos espontáneos y destruiría a sus enemigos. Tales promesas dependían de la obediencia de Israel, para lo cual el Padre estableció sus requisitos (como el mandamiento de Éxodo 23:32). Estos ofrecimientos se hicieron a la nación y no a un individuo. No obstante, los individuos se verían afectados por la obediencia o desobediencia de toda la nación. Por ejemplo, alguien podría estar enfermo, o una mujer podría no tener hijos, no a causa de su propio pecado sino porque formaban parte de una nación que no era fiel a Dios. Por lo tanto, una mujer estéril podría no estar sufriendo las consecuencias de su propio pecado.
Deuteronomio 7:12-15 contiene promesas para la nación de Israel. Habría prosperidad, y no habría enfermedad ni esterilidad ni en los humanos ni en los animales. El versículo 12 afirma que los israelitas recibirían estas bendiciones si obedecían a Dios, ya que este había hecho un pacto con sus padres. Alguien en Israel podría pobre, o una mujer podría no tener hijos, si la nación no era fiel a Dios.
Los hijos eran esenciales en el plan de Dios para su pueblo. En otras partes de este curso, hablamos de que se los debe valorar por ser hechos a imagen de Dios. Los hijos son valiosos y deben ser tratados con amor y cuidado. Sin embargo, a veces se piensa que estos tienen valor porque pueden fortalecer a la familia en el futuro. A veces el padre valora a los hijos porque representan la extensión de su propia identidad. Debemos recordar que Dios los da para sus propios fines (Malaquías 2:15).
► El grupo debe seguir la lectura de Salmos 127:3-5 mientras alguien lo lee en voz alta.
Este pasaje de la Biblia dice que los hijos son una bendición de Dios. Son como una herencia que Dios bendice, una recompensa divina, una protección y seguridad para el futuro de la familia.
En las Escrituras, a veces se mencionan dos bendiciones al mismo tiempo: una larga vida y los nietos. Job fue bendecido porque tuvo diez hijos y vivió lo suficiente como para llegar a conocer a cuatro generaciones (Job 42:13, 16). La bendición descrita en Salmos 128:6 se refiere al regalo de vivir para ver a los nietos.
Dios bendijo a la familia de Jonadab con la promesa de que siempre habría un hombre que dirigiría a la siguiente generación (Jeremías 35:19). Dios prometió a la familia del rey David que siempre habría un hombre que se sentara en el trono (2 Samuel 7:16).
Así pues, vemos que las bendiciones de Dios para una familia suelen incluir a los hijos, y que estos son el modo en que las bendiciones del Señor alcanzan a las generaciones futuras.
En algunos casos, la infertilidad puede significar que Dios ha maldecido a una familia. La Biblia nos habla de casos en los que Dios maldijo a algunas familias con la esterilidad. Por ejemplo, debido a que el rey Abimelec actuó mal, Dios no permitió que las mujeres de su familia tuvieran hijos hasta que él se arrepintiera (Génesis 20:18). Ellas no tenían la culpa, pero sufrieron las consecuencias del pecado del rey.
Después de que Adán y Eva pecaron, Dios declaró que el mundo se vería afectado por su pecado. La maldición incluía que las relaciones humanas fueran complicadas, dolor y aflicción en el parto, dificultad en el trabajo, que la tierra se resistiera a ser cultivada y, finalmente, la muerte (Génesis 3:14‑19). Todos los seres humanos desde Adán han experimentado la maldición desde su nacimiento, incluso antes de haber pecado ellos mismos. Hasta Jesús, quien no tenía pecado alguno, entró en la creación con un cuerpo humano que sufrió las condiciones de la maldición. Por lo tanto, no debemos decir que el sufrimiento de una persona se debe a su propio pecado. Todos envejecemos, enfermamos, sufrimos de diversas maneras y, a la larga, morimos. Todos estos problemas, junto con los relativos a la fertilidad, son el resultado del primer pecado de Adán.
Aparte del pecado original de Adán, los pecados de nuestros antepasados nos afectan, ya que sus acciones dieron origen a la sociedad en la que nacemos. Nos afectan los pecados de nuestra familia, comunidad y nación. Los creyentes de todo el mundo soportan condiciones creadas por una sociedad que ellos no pueden controlar. Puede que una familia viva en pobreza porque se encuentra en un lugar con pocas libertades y oportunidades. Hasta un bebé podría nacer con algún defecto físico, aunque no haya cometido pecado alguno (Juan 9:1-3).
Dios no decide dar hijos por razones que podamos entender. A veces quienes viven una vida de pecado descuidada y rebelde tienen muchos hijos y no los crían de un modo que glorifique a Dios (Salmos 17:14). A veces los creyentes fieles no tienen hijos. No debemos asumir que el pecado de una persona en particular ha dado como resultado la infertilidad.
Sabemos que Dios puede intervenir sanando y bendiciendo cuando quiera, pero, en general, los creyentes sufrimos las condiciones de este mundo. Esperamos con fe el momento en que Dios renueve su creación (Romanos 8:18-23).
No es justo culpar a una mujer por no poder tener hijos, como si su propio pecado fuera la causa de una maldición. Del mismo modo, cuando un bebé muere antes de nacer, por lo general, su muerte no se debe a nada que haya hecho la madre. Las personas sufren de diversas maneras a causa del pecado de Adán, de los pecados de los demás y de la condición del mundo en general. Debido a que todos hemos pecado, la humanidad toda es culpable de la situación del mundo, pero cada cual sufre de una forma específica.
Jesús demostró el amor de Dios cuando sanó e hizo milagros. A lo largo de la historia bíblica, encontramos muchos ejemplos de los milagros de Dios en favor de su pueblo.
Dios quiere que vivamos felices y sin sufrimiento en un mundo lleno de belleza (Génesis 1:28, 31, 1 Timoteo 6:17). Sin embargo, la prioridad principal del Señor es salvarnos del pecado para que podamos disfrutar de una relación eterna con él. La salvación de los pecadores lleva tiempo porque las personas deben tomar la decisión de arrepentirse y creer. Si Dios acabara con el sufrimiento ahora, pocos se arrepentirían, debido a que no comprenderían la maldad del pecado. Por eso, el sufrimiento en general debe continuar mientras se predica el evangelio en todo el mundo. No podemos esperar que los milagros resuelvan todos nuestros problemas y eliminen todo el sufrimiento, aunque Dios hace milagros por nosotros de vez en cuando. A la larga, terminará el sufrimiento para los que entablan una relación con Dios, pero, hasta entonces, Dios se aflige con nosotros en nuestro dolor (Juan 11:35) y nos consuela de diversas maneras (2 Corintios 1:3-7).
Uno de los milagros del Señor es hacer que una mujer sin hijos se convierta en madre (Salmos 113:9).
La Biblia registra al menos seis ocasiones en las que Dios dio hijos a una mujer estéril. Aunque Dios ha realizado este milagro muchas otras veces, estos seis episodios se registraron por la importancia de estos niños en la historia. Isaac nació de Sara (Génesis 21:1-3); Jacob y Esaú nacieron de Rebeca (Génesis 25:21, 25-26); José, de Raquel (Génesis 30:22-24); Sansón, de la mujer de Manoa (Jueces 13:2-3, 24); Samuel, de Ana (1 Samuel 1:20); y Juan, de Elisabet (Lucas 1:13, 57).
En cada uno de los seis casos, la pareja había pasado por tristeza porque la esposa era estéril. En el registro bíblico, Dios no culpó a nadie porque la mujer no pudiera tener hijos. La Biblia no insinúa que Dios estuviera disgustado con alguno de los padres. Lucas 1:5-7 dice que Zacarías y Elisabet eran justos ante Dios y obedecían todos sus mandamientos, pero no llegaron a tener hijos hasta una edad avanzada. No hay pruebas de que alguno de los padres en estos seis relatos se arrepintiera o confesara su pecado mientras oraban por el milagro. El mensaje divino no menciona ninguna razón por la que no tuvieran hijos. Estos casos ilustran el hecho de que no se debe culpar a las personas por no poder tener hijos.
Si bien es apropiado que oremos para que Dios nos conceda la bendición de tener hijos, en última instancia, debemos aceptar su decisión. No debemos pensar que la voluntad de Dios es dar hijos a todos, del mismo modo que Dios no cura todas las enfermedades ni elimina todo sufrimiento.
El apóstol Pablo oró tres veces por algo que, según dijo, era como una espina en su carne (2 Corintios 12:8-10). No sabemos cuál era el problema, pero parece que era algo físico. Era algo que esperaba que Dios cambiara, por lo que oró pidiendo un milagro. Dios le dijo que, en vez de quitar la espina, le daría una gracia que sería mayor que la debilidad. Pablo dijo que esta debilidad le daría gloria a Dios porque le ayudaría a mostrar su poder. También dijo que se alegraría en las debilidades y sufrimientos, porque brindan la condición para que Dios pueda ser glorificado.
El apóstol Pablo fue un hombre de mucha fe y, aunque no siempre recibió los milagros que deseaba, aceptó la voluntad de Dios. Si bien siempre preferimos un milagro como bendición de parte de Dios, debemos aceptar su decisión. A veces él se glorifica más por el modo en que obra a través de nuestras debilidades.
► Da un ejemplo de una ocasión en la que Dios haya manifestado su cuidado en tu vida sin hacer el milagro que esperabas.
No todas las culturas valoran de la misma manera a los hijos. Hay países en los que las familias quieren tener muchos hijos, ya que estos pueden ayudar a sostener a la familia. Los miembros de una familia numerosa, con primos y tíos, etc., cuidan y protegen a sus integrantes cuando es necesario. Todas las mujeres en una familia numerosa quieren añadir nuevos miembros teniendo hijos. Un hombre con muchos hijos, sobre todo varones, es importante en la familia. Se espera que la familia cuide de los parientes mayores.
En otros países, la mayoría de las familias viven en ciudades o pueblos y se mantienen gracias al empleo del padre y la madre. En la ciudad, los hijos tienen menos posibilidades de ayudar a mantener a la familia. Mantenerlos y educarlos puede resultar caro. Con el tiempo, las familias que viven en la ciudad durante varias generaciones querrán tener menos hijos; algunas solo quieren tener uno o dos.
El valor de los hijos tiene tanta fuerza en muchas culturas que toda pareja debe tener hijos para sentirse respetada y valorada. Una mujer estéril siente que no cumple su papel más importante. Una mujer que nunca se casa siente vergüenza por no tener hijos y no haber sido elegida para casarse.
En muchas culturas, las familias quieren tener hijos varones para que lideren y fortalezcan a la familia en la siguiente generación. A las hijas se las valora mucho menos. Las bebés pueden ser abortadas o abandonadas. En algunos países es ilegal conocer con antelación el sexo del bebé por nacer, puesto que son muchas las familias que matan a sus hijas. Sabemos por las Escrituras que las niñas tienen la misma dignidad y valor que los niños, ya que todos fueron creados a imagen de Dios (Génesis 1:27). Por lo tanto, las familias que siguen a Cristo deben valorar de igual manera tanto a los hijos varones como a las hijas mujeres, sin importar lo que se considere normal en su cultura.
Si una familia tiene una gran necesidad de sentirse orgullosa de uno de sus hijos, es posible que rechace a un bebé discapacitado física o mentalmente. En algunos países, hay muchos niños discapacitados en orfanatos porque sus padres no los quisieron. Tratar a los niños de este modo está mal, porque han sido hechos a imagen de Dios y son preciosos a sus ojos, independientemente de sus capacidades o limitaciones.
En algunas culturas, la práctica de la poligamia se basa en el valor de los hijos. Un hombre que quiere multiplicar el número de sus hijos tiene varias esposas. La Biblia nos dice que el plan de Dios es que el hombre tenga una sola esposa (Génesis 2:22-24, 1 Timoteo 3:2).
El Antiguo Testamento registra ocasiones en que las esposas entregaban siervas a sus maridos para que tuvieran hijos. La esposa ganaba así prestigio gracias a los hijos de su sierva. Raquel y Lea, esposas de Jacob, dieron ambas una criada a Jacob con el fin de ganar prestigio a través de más hijos.
El utilizar siervas para tener más hijos complicaba las relaciones. Sarai entregó Agar a Abraham, con la esperanza de que su prestigio mejorara si Agar tenía un hijo (Génesis 16:2-6). Agar quedó embarazada y se sintió superior a Sarai. Esta la castigó con dureza, en un intento de establecer su autoridad.
Lelia nació en un país de África Occidental. Tras tres años de matrimonio, seguía sin tener hijos. En su cultura, adoptar un bebé no le quita a una mujer la deshonra de no tener un hijo propio. Lelia encontró a una mujer embarazada en una aldea pobre y se las arregló para comprarle el bebé. Durante varios meses, Lelia se puso algo debajo de la ropa para parecer embarazada. Llegado el momento de dar a luz, fingió que se iba a un hospital para tener al niño y luego volvió a casa con el bebé.
Si una familia quiere tener hijos ante todo para beneficio de la familia, quizás no valore al niño como ser humano hecho a imagen de Dios. Podrían negarse a amar y aceptar a un niño discapacitado, o rechazar a una niña porque quieren un hijo varón. Hacen que la mujer sin hijos se sienta avergonzada y sin valor. No ven el valor de adoptar huérfanos o niños sin hogar. Todas estas actitudes y acciones son egoístas y equivocadas. Insultamos a nuestro Creador cuando tratamos mal a las personas por alguno de estos motivos (Éxodo 4:11, Proverbios 14:31).
Enrique VIII reinó en Inglaterra entre 1509 y 1547. Anhelaba con todas sus fuerzas tener un hijo varón. Como su esposa le había dado una niña, pero no un niño, Enrique se divorció de ella y se casó con otra mujer. Cuando su segunda esposa no pudo tener un hijo varón, la acusó de traición y ordenó que la ejecutaran.
La medicina ha demostrado que el esperma del hombre determina el sexo de la criatura. El organismo de la mujer no es el que determina si tendrá un hijo o una hija. Sin embargo, son muchos los hombres que se han enojado con sus esposas por tener hijas y no hijos varones.
Un hombre llamado José y su mujer tenían dos hijas. Cuando la mujer de José fue al hospital a dar a luz a su tercer hijo, este tenía la esperanza de que fuera un varón, no obstante, resultó ser una niña. José estaba tan enfadado que se negó a ir al hospital a visitar a su mujer o a pagar la cuenta.
En Job 24, Job describe de manera extensa las acciones del hombre impío. Una de las acciones que se mencionan se refiere a que el hombre impío trata mal a la mujer estéril (Job 24:21). A Dios no le agrada que se maltrate a la mujer estéril.
► ¿Cómo se valoran los hijos en tu cultura? ¿Cuáles son algunas de las razones por las que las personas desean tener hijos?
► ¿Qué tipo de injusticias ocurren debido a las costumbres de tu cultura?
En los seis relatos que aparecen en las Escrituras de cuando Dios dio un hijo a una mujer estéril, no se culpó de ningún modo a los padres por no haber tenido hijos anteriormente. Al contrario, las parejas fueron escogidas de manera especial por Dios para ser padres de hijos especiales. A Zacarías y Elisabet se los llamó justos (Lucas 1:5-6). Nunca debemos suponer que una mujer es estéril por no haber agradado a Dios.
Job 24:21 dice que maltratar a una mujer estéril es propio de una persona impía. Dios no juzga ni maltrata a la mujer estéril, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
En Isaías 56:4-5, Dios habla al hombre que no puede tener hijos. El Señor le dice que, si le obedece y vive en su pacto, tendrá una posición y una reputación mejores que las que tendría si tuviera hijos e hijas.
El apóstol Pablo se llamaba a sí mismo padre de Timoteo (1 Timoteo 1:2), de Tito (Tito 1:4) y de Onésimo (Filemón 10). También se consideraba el padre de los creyentes de Corinto (1 Corintios 4:15). No era su padre biológico, sino su padre espiritual. Ser su padre espiritual era más importante.
Mateo 12:46-50 nos habla de una ocasión en que la madre y los hermanos de Jesús fueron a verlo mientras enseñaba. Este preguntó a los que lo escuchaban: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Luego dijo que las personas que hacen la voluntad de Dios son sus hermanos, sus hermanas y su madre. Sabemos que Jesús se preocupaba por su familia; incluso en la cruz se preocupó por el cuidado de su madre (Juan 19:26-27). No obstante, lo que él quiso decir es que la familia espiritual es aún más importante que la biológica.
La familia de fe no sustituye a la familia biológica, pero el lugar que cada uno ocupa en la primera le confiere la identidad más importante. Las expresiones hermano y hermana que se utilizan en la iglesia revelan la importancia de las relaciones en la familia de fe (Colosenses 1:2).
Débora fue una profetisa que sirvió como jueza de Israel (Jueces 4:4). Además, lideró al pueblo de Israel en una guerra para liberarlo de la opresión de otra nación. En Jueces 5:7, Débora se llamó a sí misma madre en Israel. La Biblia nunca menciona que ella tuviera hijos biológicos, pero sí que fue una madre para Israel porque cuidó del pueblo con su liderazgo.
El apóstol Pedro dijo que las mujeres que siguen el ejemplo de Sara son sus hijas. ¡Imagina el gran prestigio que se le da a Sara con esa afirmación! Se trata de una posición basada en su ejemplo de fe y obediencia, no en su papel como madre de Isaac.
A todos los que han sido salvos por gracia por medio de la fe se los llama hijos de Abraham (Gálatas 3:7). Abraham recibe gran honor al ser el padre de millones de creyentes. A partir de los ejemplos de Abraham y Sara vemos que Dios honra grandemente la paternidad y la maternidad espirituales.
El apóstol Pablo describió las ventajas de ser soltero. La persona soltera puede centrarse en agradar a Dios sin tener otras responsabilidades (1 Corintios 7:32‑35). Aunque la persona soltera no puede tener hijos, Pablo dijo que la soltería es mejor si esta puede vivir una vida de pureza. Basándonos en estas afirmaciones, podemos afirmar que la soltería es la voluntad de Dios para algunos.
Como ocurre con la soltería, la infertilidad tiene sus ventajas. Así como Dios ofrece oportunidades especiales a los solteros, también las ofrece a los casados sin hijos. Aunque no hayan elegido no tener hijos, deben hacer todo lo posible por trabajar para Dios.
En la soltería, en la infertilidad y en cualquier otra afección que tengamos, podemos confiar en que Dios obrará a través de nosotros para traernos beneficios espirituales a nosotros y a los demás (Romanos 8:28).
Existen infinidad de niños que no tienen padres que se preocupen por ellos. Es probable que nadie cubra esta necesidad en sus vidas a menos que alguna persona o pareja de la familia de fe se esfuerce por mostrarles amor.
Se nos llama a presentar nuestros cuerpos como sacrificios a Dios, a vivir en devoción a él (Romanos 12:1).
Los hijos son una bendición de Dios, y está bien que una pareja ore para que Dios les conceda hijos.
Es un error suponer que Dios siempre desea conceder hijos de manera milagrosa. No siempre decide dar hijos, del mismo modo que no siempre hace milagros para satisfacer las demás necesidades.
Está mal culpar a la mujer o pareja por ser estéril. La condición humana se ha visto afectada por el pecado de Adán, el de nuestros antepasados y los de nuestra sociedad.
Debemos amar y valorar por igual tanto a los hijos varones como a las hijas mujeres, por ser hechos a imagen de Dios.
Alguien puede convertirse en padre o madre espiritual y ejercer influencia sobre muchas generaciones, incluso sin tener hijos biológicos.
Dios da oportunidades especiales para el ministerio a las personas solteras y sin hijos.
Debemos estar dedicados a Dios y glorificarlo en las condiciones que él elija para nosotros.
Por desgracia, las iglesias en muchos lugares han obedecido más a sus culturas que a la Palabra de Dios al abordar el tema de la infertilidad.
Un pastor debe enseñar a su congregación a ver la infertilidad desde una perspectiva bíblica, tal como se resume en la sección anterior.
Si el pastor está orando por un milagro para una pareja sin hijos, no debe responsabilizar a la esposa o al esposo por su fe. Cuando Jesús sanó a un niño pequeño o resucitó a un muerto, la persona que fue sanada o resucitada no tenía fe en el milagro. Si el pastor confía en que Dios quiere hacer el milagro, él debería tener fe y no culpar a la esposa o al esposo por su falta de fe.
En Romanos 12:15, se nos dice que lloremos con los que lloran. Un pastor debe ser consciente del dolor de la gente de su congregación. Debe tomar la iniciativa de animar y consolar a los que sufren por la infertilidad o la pérdida de un hijo. Las parejas también sufren la muerte de un hijo que no llegó a nacer. Hay que recordar que tanto la esposa como el esposo sienten dolor, aunque lo manifiesten de distinta manera. Un pastor no debe esperar a que las personas afligidas acudan a él en busca de consejo, en cambio, debe enseñar a su congregación a animarse y apoyarse mutuamente.
El pastor debe guiar a la congregación para que establezca relaciones y cuide de las parejas o personas mayores que no tienen hijos. Los miembros de la familia de fe deben tratarlos como a padres o abuelos, demostrándoles amor, pasando tiempo juntos y ayudándoles en sus necesidades prácticas.
El pastor debe ayudar a las personas solteras y sin hijos a encontrar maneras de servir y bendecir a la iglesia y a la comunidad. Debe afirmar la importancia de cada persona en la familia de la fe.
► ¿Cómo ve a los hijos la gente de tu cultura? ¿Cómo ve la infertilidad?
► ¿Cómo ven a los hijos los creyentes de tu cultura? ¿Cómo suelen ver a la infertilidad los creyentes de tu cultura?
► ¿Cómo ha cambiado o ha sido desafiada tu comprensión de la esterilidad al estudiar los principios bíblicos que se presentan en esta lección?
► ¿Hay alguna pareja que esté luchando con la infertilidad dentro de la familia de tu iglesia? Si es así, ¿cómo puede tu iglesia ser de apoyo y ofrecerles un lugar seguro para que compartan sus luchas?
Padre celestial:
Gracias por las familias cristianas. Gracias por los esposos y esposas que viven para ti, y por lo que contribuyen a tu reino.
Oramos por las parejas que sufren de esterilidad. Te pedimos que consueles y alientes sus corazones. Permíteles saber que tu amor por ellos permanece firme, a pesar de no poder tener hijos.
Si es tu voluntad que tengan hijos biológicos, confiamos en que lo harás posible en tu tiempo. Tanto si les das hijos como si no, ayúdales a ser padres y madres espirituales para los demás.
Ayuda a todos los creyentes a valorar a cada persona como hecha a tu imagen.
Amén
(1) Escribe un artículo de dos páginas en el que:
Describas las perspectivas de tu sociedad con respecto a los hijos y la esterilidad.
Expliques lo que enseñan las Escrituras sobre los hijos.
Expliques lo que enseñan las Escrituras sobre la esterilidad.
Expliques, a partir de principios bíblicos, por qué no se debe culpar a una pareja casada por ser estéril.
(2) Alienta a aquellos que sufren de esterilidad.
Opción 1: Describe por escrito cómo puedes demostrar tu compasión y cuidado por alguien que conoces que está atravesando por el dolor de la esterilidad. Sé específico al nombrar algunas cosas que podrías hacer o decir que serían de bendición para tu hermano o hermana en Cristo.
Opción 2: Escribe una breve carta de aliento a alguien que conozcas y que esté atravesando por el dolor de la esterilidad. Intenta comprender lo que está viviendo. Hazle saber que te preocupas por cómo se siente. Dile que oras por él o ella. Cuando le des la carta, estate dispuesto a escuchar o demostrar que te preocupas por esa persona de manera adecuada.
Antes continuar con la Lección 11, la clase debe estudiar y comentar el Anexo B, que contiene una breve discusión sobre los métodos anticonceptivos, un tema importante en lo que se refiere al matrimonio y la familia.
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Introduction
Creados para relacionarnos
Lesson 1
Una familia bíblica
Lesson 2
El concepto bíblico del matrimonio
Lesson 3
Cuestiones relacionadas con la sexualidad
Lesson 4
Soltería
Lesson 5
Preparación para el matrimonio
Lesson 6
Desarrolla un matrimonio sólido
Lesson 7
Los cinco lenguajes del amor - Parte 1
Lesson 8
Los cinco lenguajes del amor - Parte 2
Lesson 9
La infertilidad
Lesson 10
El desarrollo y cuidado del niño
Lesson 11
Crianza con propósito
Lesson 12
Cuestiones de crianza de los hijos
Lesson 13
Crianza durante la adolescencia
Lesson 14
El adulto joven
Lesson 15
La Familia Cristiana
Lesson 16
La Familia Cristiana
Lesson 17
Recursos recomendados
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